miércoles, 18 de septiembre de 2013

20 de Setiembre "Día Nacional del Caballo"

El día 23 de abril de 1925, salen de Buenos Aires, (Barrio de Palermo), en un día destemplado y lluvioso, los caballos criollos "Gato y Mancha" con rumbo a Nueva York.
En un largo peregrinar por más de tres años, por caminos de otras regiones, llegan a destino el día a 20 de setiembre de 1928. Llega solamente "Mancha" a Nueva York, luciendo un moño celeste y blanco en su pecho. "Gato" quedó en México debido a una lesión en una de sus patas que le impidió su marcha a destino.
"Gato" era de pelaje gateado, "Mancha" era Overo Rosado.
 Es por esto que quedó instituido el día 20 de setiembre como el Día Nacional del Caballo.


"Mancha y Gato" con Aimé Félix Tschiffely

Oscar Rincón
Recopilación Histórica Tradicionalista


El Caballo Criollo



El caballo criollo es descendiente del caballo ibérico traído por los conquistadores españoles a América. Los especímenes equinos traídos a América no eran caballos seleccionados para la reproducción, eran caballos rústicos y valientes usados en España para el trabajo. Hasta que no se reprodujeron en abundancia, los caballos traídos a América poseían un elevadísimo costo debido a su gran valor práctico y táctico y a su escasez inicial.

Los caballos entraron en Argentina a través del Perú, del puerto de Buenos Aires y de Brasil. Pero la corriente introducida por Buenos Aires es considerada la más importante, los traídos por Pedro de Mendoza al fundar la Ciudad de Buenos Aires en 1536.

Más tarde, Mendoza debió abandonar Buenos Aires obligado por la defensa de los pueblos originarios, y dejó los caballos, que una vez sueltos se reprodujeron prodigiosamente merced al bioma de praderas y pastizales y clima templado típico de la Pampa Húmeda. Tanto, que al llegar Juan de Garay, en 1580 al Río de la Plata consideró a las caballadas como "fantásticas" (abundantes y de excelente calidad).

Sólo los más fuertes lograron sobrevivir y reproducirse, aprendiendo a defenderse de los peligros tales como pumas y otros depredadores, soportando además climas extremos. Los pueblos aborígenes, increíblemente adaptables al "monstruo invasor", aprendieron primero a alimentarse de su carne, y después lograron una relación simbiótica con el caballo, a tal extremo que en el presente se sigue ampliando el estudio de la "doma india".

Ya desde inicios del siglo XVI quedaron caballos libres y se reprodujeron masivamente, estos caballos o baguales cimarrones pasaron a ser considerados "realengos", es decir posesión de la corona española, aunque en la práctica eran utilizables por cualquier persona habilitada, como los campesinos libres -luego gauchos-, que hicieron de los caballos uno de sus principales medios de subsistencia y un símbolo de prestigio.


La Doma del Potro entre Los Pampas


Indios (Francisco Madero Marenco)

El indio ha boleado un chúcaro y lo ha atado con soga a la estaca india, la que sabemos, estaba enclavada en el suelo, en sentido inclinado e inmovible.

El animal comenzaba a andar alrededor de la estaca constantemente. Para que le desaparecieran las cosquillas y nerviosidades producidas por ese estado de estancamiento, le arrojaban agua de continuo y le bañaban la frente con salmuera. Para enseñarle la mano le colocaba una piola prendida a la boca y colgado el otro extremo, del cuello del animal de tal manera que le enseñaba a obedecer a la derecha o hacia la izquierda.

Todas estas maniobras duraban dos o tres días e iban acompañadas de palabras que el indio le profería con frecuencia, acariciando al noble bruto.

Jamás lo golpeó, castigó o estropeó, convirtiéndose así en el fiel aliado de sus correrías.

Para soltarlo de la estaca el indio ya montado desarrollaba desde arriba la manea, esta no tenía ni nudos, ni ataduras y sólo un juego de agujeros, manea que el animal no sentía ni siquiera el tirón que le aflojaba las patas y lo dejaba mover libremente. Uno de los complementos era que el caballo volviera solo a la casa y sin jinete.

Cuando este se veía en peligro y ya herido clavaba la lanza en el suelo con un golpe seco, el caballo, así enseñado daba vuelta y evolucionando la marcha atrás, regresaba a la carrera.

Dijo Martín Fierro:

"Jamás sacude un golpe
porque lo trata al bagual
con paciencia sin igual.
Al domarlo no le pega
hasta que al fin se le entrega
ya dócil el animal"

Lucio V. Mansilla recoge estas expresiones del indio Cacique Ramón en  "Una excursión a los Indios Ranqueles" 1870... 
"Nosotros no maltratamos al animal, tratamos de que pierda el miedo, lo ensillamos pero no lo montamos hasta que pierda el miedo y se acostumbre, por eso son briosos y mansos además de ser fuerte es mansísimo y acota- ¿Duerme el indio? No se mueve. ¿Está ebrio? Le acompaña a guardar el equilibrio. ¿Se apea y le baja la rienda? Allí se queda. ¿Cuanto tiempo? Todo el día. 
El Indio no usa manea, traba, bozal ni cabresto. Si lo lleva es señal que anda redomoneando un potro o en un caballo arisco esnseñando a alguno que ha robado en su último malón.


Ana Regina Rondeau de Balanche 
(Bisnieta del Cacique Araucano Mariano Rondeau)